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El día en que Pujol olvidó que estaba en 2014

26 septiembre 2014

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Esta tarde, viendo por televisión la comparecencia de Jordi Pujol ante el Parlament catalán para explicar el origen del dinero que tuvo oculto fuera de España durante 34 años, he tenido la sensación de que me veía transportado a una época a la que no pertenezco. O más aún: que era el veterano político el que había sido arrancado de su burbuja en blanco y negro para verse expuesto ante una opinión pública que ni conoce ni a la que tiene intención de dar explicaciones. Es como si el protagonista de «Un yanki en la corte del rey Arturo» hiciera el viaje en dirección inversa, pasando del medievo a la modernidad defendiéndose con las armas del honor, el respeto debido y las amenazas veladas de los ataques de una sociedad que exige sinceridad y humildad a sus representantes.

Jordi Pujol interviene ante el Parlament catalán

Jordi Pujol, en su comparecencia ante el Parlament, más relajado después de abroncar a los que le preguntaban

Poco de lo anterior se pudo ver en la intervención. Sin contestar individualmente a las preguntas, tratando de establecer límites y poniendo como escudo la historia familiar y la gestión de sus Gobiernos (por lo que nadie se había interesado), Pujol se permitió dar la vuelta al escenario y ser él el acusador, el indignado, y el ofendido, abroncando a buena parte de los presentes por querer saber por qué incumplió la Ley, como reconoció en una carta y ha vuelto a admitir hoy.

Pujol pertenece a otra época. Una época en la que no se cuestiona la ética de las autoridades porque el hecho de dedicar buena parte de su vida al servicio público (que no a una ONG) es suficiente muestra de su entrega a la sociedad. Una época en la que los demás no entendíamos. Una época en la que la política era para seres superiores, dotados del don de la palabra y del entendimiento para descifrar los entresijos de la burocracia. Una época en la que la opinión pública se moldeaba a través de los medios de comunicación, que daban argumentos para utilizar en las tertulias.

Esa época pasó. Los medios no dan forma a la opinión pública, sino que la reflejan, la vehiculan, participan en ella e incluso se ponen a su servicio. La comunicación ha adquirido una capa social que lleva el debate y la transmisión de ideas e informaciones a niveles desconocidos hace sólo una década. Y por si fuera poco, se ha construido un consenso global en torno a la necesidad de saber. Queremos datos, necesitamos conocer y exigimos sinceridad. Se lo pedimos a las empresas, a las organizaciones, a los políticos y a todas las personalidades con una relevancia pública. Es lo que en mi empresa llamamos «slow-comm»: comunicación al servicio de valores reales, no en apariencias de dignidad.

Hoy era el día para reconocer errores y pedir disculpas, pero no he visto valores reales en Pujol. Tal vez alguien le asesoró mal. Tal vez él creyó que podía apelar a su papel en la política para justificar una irregularidad. Tal vez creía que la mejor defensa es un buen ataque, como si el objetivo fuera arrancar el aplauso de su bancada. En su lugar, he visto a alguien equivocado por completo en su estrategia de comunicación sin darse cuenta de que no le corresponde por derecho ningún pedestal al que encaramarse.

6 comentarios

  1. Información Bitacoras.com

    Valora en Bitacoras.com: Esta tarde, viendo por televisión la comparecencia de Jordi Pujol ante el Parlament catalán para explicar el origen del dinero que tuvo oculto fuera de España durante 34 años, he tenido la sensación de que me veía transportad..…


  2. Totalmente de acuerdo. En la sociedad en la que vivimos hay que ser transparente. ¡Viva la slow-comm!¡Viva la comunicación al servicio de los valores reales! Por cierto, ese white paper lo tengo bien guardadito. 😉
    Un saludo. Buen finde.
    @alopezvicente


  3. Reblogueó esto en Tiempos de Orióny comentado:
    Interesante. La comunicación al servicio de valores reales.


  4. ¿Equivocado por completo en su estrategia de comunicación ?
    Así podría calificarse si su comparecencia hubiera respondido a los deseos y la lógica de quienes hubiéramos preferido un reconocimiento de errores y una cierta petición de perdón por ellos.

    ¿Crees Carlos que esa era su intención?

    Yo no vi sino una manifestación de soberbia, de persona que se cree, puede que con razón, por encima del bien y del mal si estos tienen que ser sustanciados en una justicia de la que él conoce perfectamente sus puntos débiles y las flaquezas o miserias morales de quienes influyen en los que tienen que administrarla.

    Vi al personaje que estableció lazos perversos financiero económicos con lo más florido de la crema catalana, alguna andorrana, del mundo de la banca y la empresa. El mismo personaje que sabe de primera mano que sus andanzas y trapacerías han sido harto conocidas por entidades fiscales y gobiernos centrales, que han pagado sus servicios políticos permitiendo su impunidad.

    No vi al personaje debilitado por haber quedado en evidencia o contrito por enfrentarse con su imagen en un espejo que su edad y la magnitud de la crisis social que su proyecto ha desatado.

    La traducción de su amenaza en exacto y literal sentido catalán, no ha sido bien interpretada por los medios, sí para cualquier hablante usual de la lengua catalana:
    Dijo textualmente que si se zarandea una rama (no que se corte), caen todos los «nidos» que hay en ella (no solo el nido de los Pujol-Convergentes, ni solo catalanes).

    ¿De verdad crees que este personaje fue al parlament a otra cosa distinta que a recordarnos que por encima de él no hay nadie y que ninguno tenemos categoría para criticarle o pedirle que rinda cuentas?.

    Nota personal. Hace muchos años que nada sabía de ti Carlos. Me alegra pero no sorprende, descubrir que estés ya bien situado, por mérito propio, en el camino que intuí darías lo mejor de ti mismo.
    Un lector más.


    • Hola, José Luis. Sí creo que se equivocó en su estrategia; pocos políticos como él se permiten llegar hasta donde lo hacen sin un asesoramiento para sus intervenciones públicas, sean en campaña electoral, sean ante una comisión parlamentaria, sean ante un juez. En cualquier caso, estoy de acuerdo con que lo que se vio la semana pasada se parecía más a la reacción del Coronel Jessep de «Algunos hombres buenos» y su famoso «código rojo» que a un político arrepentido. Pero dudo que en su guión hubiera arrepentimiento alguno: el panegírico que leyó sobre su padre (que, leyendo entre líneas sus palabras, da la impresión de que hubiera sido contrabandista) demuestra que la posición de defensa la traía más que preparada de casa.
      Y ya me darás más pistas sobre ti, claro. ¡Saludos!
      (Corregido el mail)


  5. Es posible que mi percepción en ese punto no sea acertada, Carlos, pero sin ánimo por mi parte de abrir un debate que pueda desviar la atención del hecho principal, he conocido tipos así en otros sectores no políticos. Son gentes que se consideran por encima del bien y del mal; no hay para ellos comisión o institución a las que rendir cuentas, solo personas de inferior categoría sin otro derecho que el de aceptar su voluntad.
    Nunca cometen faltas graves que se les pueda recriminar, a lo sumo, pequeños errores infinitamente menos importantes que los “grandes servicios” y aciertos que han prestado a quienes deberían sentirse agradecidos en lugar de atreverse a juzgarle.
    A ese tipo, con sus millones que nadie le quitará, con el poder de coacción que cree tiene, gracias a su colección de informes de primera mano sobre vida y milagros de quienes rigen los órganos de poder, con sus ochenta y pico años, con su farsa delictiva infamante para el catalanismo que él alentó, con su no escapatoria, sea cual sea el resultado de una hipotética componenda judicial , ¿Crees que ahora le preocupa si le maldicen o escupen 100.000 personas en lugar de 98.000?
    Con otra estrategia, se hubiera visto obligado a hacer concesiones a la galería, presentarse contrito, fingir cierta humildad que no sentiría…… etc., etc., y ahora cuando ya no necesita vender nada. A veces hay que hacer un esfuerzo de empatía para entender por qué una persona obra de manera que en nuestra opinión le perjudica.
    Hablando de otro tema, hace ya un puñado de años, tuve el privilegio y la satisfacción de colaborar con un grupo de jovencillos/as que trataban de entender la vida desde la realidad pero no resignándose a ser una oveja de un inmenso rebaño social.
    Vivo a bastantes kms de aquel lugar, excepto a una persona, no he vuelto a ver a ninguno, pero nunca olvidaré a un grupo excepcional del que, estoy seguro, cada uno supo orientarse para dar lo mejor de si mismo en cualquiera de las profesiones o caminos que eligiera. Fui parte de una breve etapa cumplida en vuestro camino, nada más, hoy, emérito por edad que se entretiene en varias cosas, por ejemplo leer tus opiniones desde una esquina discreta de tu blog, y me gusta lo que leo.
    (Sigo sin dejarme la barba, el que la llevaba era el otro)
    Un abrazo Carlos, creo que elegiste bien tu camino.
    José Luis.



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